domingo, 7 de julio de 2013

LA CUENTA DEL TIEMPO

LA CUENTA DEL TIEMPO

Al ocurrir la invasión de la antigua Anáhuac, los españoles traían su propia cuenta de los años, que es prácticamente la misma que utilizan actualmente. El calendario europeo actual data de hace poco más de 2000 años, aunque su origen es muy anterior, y en su origen fue lunar, al igual que el de los antiguos sumerios. Conviene esclarecer este enredo en todo lo posible. No únicamente hay que hablar de destrucción de las edificaciones y cultura. Desde el inicio de la invasión española, quienes hablan castellano han realizado esfuerzos descomunales para destruir la «conciencia» anahuaca de los ciclos para, en su lugar, imponer el «esquema mental» de origen mediterráneo que habla de un tiempo lineal: que inició con la “creación” y terminará con “el juicio final”.

Esta fuerza destructiva de los invasores ha disminuido. A partir de la insurrección del “monje agustino” Martín Lutero, ocurrida en el año europeo 1517, la credibilidad de la iglesia imperial de Roma ha ido menguando: Lavoisier en el año cristiano 1774 y Darwin en el año 1859 de la cuenta europea eliminaron cualquier resto de credibilidad que pudiera dar fuerza a dicha institución europea medieval.

Este debilitamiento ha permitido que no pocos mexicanos empiecen ya a reconocer la vigorosa actualidad de nuestra cuenta cíclica del tiempo. Cada vez más investigadores independientes han hecho suya la cuenta anahuaca del tiempo y han comenzado a re valorar los centros arqueológicos que poseen observatorios en donde de hacían mediciones astronómicas del paso del tiempo.

Para establecer su cuenta del tiempo, nuestros abuelos acudieron a nuestra concepción cósmica dual: cada uno de nosotros al mismo tiempo es persona y cosmos. Esto es, cada uno de nosotros es Ometeötl (pupila doble) y Ometeotzintli (fuerza armonizante doble), que en la xoxouhqui xicaltzintli (gran jícara azul) se marcan por una gran pupila nocturna, metztli (luna), y por una diurna: tonatiuh (va calentando, sol)
Nuestros abuelos, conscientes de lo cíclico del tiempo, tomaron como base el «retorno diario» del sol, es decir, en lengua nahua ilhuitl, que es un ciclo completo de tonalli (día) y nahualli (noche). Los puntos de «retorno» más notables son: el solsticio de invierno, el equinoccio de primavera, el solsticio de verano, el equinoccio de otoño.
En sus precisos observatorios, nuestros abuelos encontraron que un xihuitl (año) tiene una duración de 365 ilhuitl (días) y un cuarto de ilhuitl (día), es decir, 365.25 ilhuitl (día). Con este referente se desarrolló una metzpohualli ‘cuenta de lunas’ o ‘cuenta de meses’, que es el equivalente de lo que los europeos llaman calendario. El «referente cósmico» para esta cuenta dual del tiempo fue el xihuitl ‘año’, de 365.25 ilhuitl ‘retorno’. La cuenta de los xihuitl (años) fue llamado xiuhpohualli (cuenta de año).
Cada año manifiesta una fuerza armonizante característica, la cual fue identificada por nuestros abuelos de acuerdo a su propia cosmopercepción. Así, ellos caracterizaron cuatro tipos de año:
calli ‘casa’,
tochtli ‘conejo’,
acatl ‘carrizo,’ y
tecpatl ‘pedernal’.

Esta fuerza armonizante se sigue manifiestando en nuestra patria, que sigue siendo Anahuac ‘anáhuac’, aunque sea llamada Estados Unidos Mexicanos.
Los años tecpatl (pedernal o cuchillo de pedernal) están marcados por el rumbo Mictlanpa ‘hacia entre los muertos’ ‘norte’, con el color negro y con Tezcatlipoca ‘su humear del espejo’, símbolo de nuestra memoria ancestral, de nuestro «inconsciente colectivo», en fin, de nuestra conciencia ética. Estos años impulsan a investigar el conocimiento; son años de: ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, et cetera. En la tradición tolteca, cada uno de los cinco «soles» que han brillado sobre Anáhuac empezó en un año ze tecpatl ‘uno pedernal’.

Los años calli (casa) simbolizan la tierra en tanto que es habitación del hombre y nuestro propio cuerpo, que es nuestra habitación primera. Cósmicamente se relaciona con el rumbo Zihuatlanpa ‘hacia entre las mujeres’, ‘poniente’. Es el poniente en el momento del ocaso, con el color rojo del atardecer y con Xipeh Totec ‘dueño de sexo, nuestro protector’, símbolo de nuestra energía vital.

Los años tochtli (conejo) son una representación de la fecundidad de la tierra, debido a la costumbre es este animal de anidar en cuevas que cava en la tierra. Como es el conejo, los años regidos por este signo suelen tanto ser imprevisibles cuanto abundantes. Se relacionan simbólicamente con el Huitztlanpa ‘hacia entre las espinas’ “sur” y con el color azul turquesa.

Cósmicamente, los años acatl (cañavera) están relacionados con el rumbo Tlapcopa ‘hacia el lugar de la luz’ ‘oriente’, con el color amarillo y con Quetzalcohuatl ‘gemelo precioso’, símbolo de nuestra sabiduría cósmica. Los años acatl ‘cañavera’ se caracterizan por la inteligencia analítica, por la búsqueda de lo trascendente, del conocimiento, de la sabiduría cósmica.

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